Saludo del arzobispo

Saludo de Mons. Andrés Stanovnik a los Participantes del XXIII Encuentro del Pueblo de Dios Itatí, 14 de octubre de 2019

Les envío un afectuoso saludo a todos ustedes, reunidos “Junto a la Cruz y la Virgen” en su hermosa realidad de “bautizados y enviados”, y les pido que también a mí me tengan allí entre ustedes como bautizado y enviado, junto a la Cruz y la Virgen. 

Agradezco la disponibilidad de Mons. José Billordo por presidir la Eucaristía, con la que culminará este Encuentro. Desde la madrugada de hoy, pensando sobre todo en los que tuvieron que salir muy temprano de sus casas, los voy recordando, rezo por todos y espero que Nuestra Tierna Madre de Itatí nos alcance la gracia de reencontrarnos pronto. 

Ninguna otra cosa más importante le puede suceder a una persona después de haber nacido, que ser bautizado. Fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es decir, nos bautizaron en el poder de Dios por el cual recibimos su propia vida en nosotros. Esa es nuestra común dignidad, la que nos hace iguales entre nosotros y ante Dios, todos peregrinos hacia el encuentro definitivo con Él en la plenitud del Amor. Por eso, la misión del cristiano es vivir y predicar el Amor de Dios, su perdón y su misericordia sin límites. 

No hay en esta vida nada que se le pueda equipar a aquello que sucedió cuando nos bautizaron. ¡Qué dicha es saber de dónde vengo, a quién pertenezco, y hacia dónde voy! Quien descubre esto, también sabe qué hacer y cómo tiene que vivir. Nuestros padres y abuelos lo sabían, por eso lo primero que hacían con sus criaturas era bautizarlas. Y después eran ellos los primeros que introducían a sus hijos a la práctica de la fe, que luego la Iglesia completaba con la preparación a la comunión y la confirmación. 

En gran parte hemos perdido esa tradición viva y, tal vez por eso, tantos de nuestros chicos no saben de dónde vienen, a quién pertenecen, y hacia dónde van. ¡Qué importante es redescubrir que los bautizados somos a la vez enviados! ¡Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo!, como nos recordó el papa Francisco. 

Deseo dar gracias con ustedes por la misión cristiana que compartimos en nuestra querida Iglesia de Corrientes. ¡Gracias por la fidelidad y el fervor misionero de tantos sacerdotes, diáconos permanentes, personas consagradas, seminaristas, catequistas, grupos y familias misioneras! Me emociona pensar en las mamás, los papás y los abuelos, en particular las abuelas, que se preocupan porque sus niños crezcan en la fe y la practiquen. Un ejemplo estimulante son los jóvenes y adultos, que dedican mucho más que solo su tiempo a socorrer a los más pobres e indigentes, y a tantos que viven y duermen en nuestras veredas y plazas. 

¡Gracias por muchos docentes, que en las escuelas católicas y en las demás escuelas, son un preclaro testimonio de fe y de vida cristiana! ¡Doy gracias a Dios por las mujeres y hombres que de su función pública hacen un lugar destacado de servicio al bien de todos! Un agradecimiento muy especial a los que viven toda su vida en clave de misión sin hacer ruido ni buscar algún tipo de recompensa; entre ellos pienso en los ancianos y enfermos, que viven ofreciendo sus limitaciones y dolores por la paz y el encuentro de sus familiares y de nuestro pueblo. 

Finalmente, doy gracias a Dios conmovido al pensar en aquellos que perdonan las ofensas, y siempre buscan crear lazos de amistad y de fraternidad con todos. Junto a la Cruz y la Virgen, gozosamente unido a todos ustedes por la gracia del bautismo, y por el profundo afecto que les tengo como Pastor, les pido que supliquemos a los pies de nuestra Tierna Madre de Itatí, que ella nos alcance una fuerte pasión misionera, y nos acompañe y consuele en el camino que nos lleva al cielo. 

Mientras les agradezco mucho las oraciones por mi salud y me sigo encomendando a ellas, los abrazo y bendigo en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. 
† Andrés Stanovnik OFMCap
Arzobispo de Corrientes