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| Mons. Rossi |
Al obispo le preocupaba mucho las comunidades, sobre todo las pequeñas y lejanas de la ciudad de Corrientes. Recordemos que entonces Internet recién comenzaba y no había redes sociales que -hoy- permiten un constante conocimiento.
Proponía el obispo acercarnos a esas comunidades como un modo de decirles: sabemos que existen, que viven el evangelio y lo comparten, ustedes son parte de la familia diocesana, etc. No recuerdo las palabras exactas, pero sí su insistencia en que deberíamos ir, acercarnos; para animar y compartir.
Quienes han participado de estos encuentros saben de la profunda alegría que aporta a la comunidad visitada, y del valioso bien espiritual que deja como fruto. Cierto es que hay que proponerse participar, y renunciar a otras posibilidades, a fin de expresar el acercamiento a hermanos que viven la misma fe que nosotros.
La intuición del obispo estuvo iluminada, con toda seguridad, por el Espíritu Santo. Porque desde entonces a esta parte el Encuentro del Pueblo de Dios se ha convertido en un patrimonio espiritual de nuestra familia diocesana. Y a Dios gracias que los obispos que vinieron después, tanto monseñor Castagna como monseñor Andrés, han impulsado y acompañado este evento diocesano.
El Espíritu Santo nos ayude a valorar estos encuentros, para que valorándolos programemos nuestra participación. La clave es nuestra participación, porque participar es un gesto fraterno que hace bien a las comunidades. ¡Edificante es escuchar cómo gente de lejos, y con pocos recursos, prepara con tiempo, y con mucho sacrificio, su participación! ¿Y por qué? Por amor a Cristo, el autor de la Iglesia, de la comunidad reino de Dios, que Él fundó.
¡Demos gracias a la divina providencia por la iniciativa de monseñor Antonio Rossi! ¡Y pidamos que cada uno de nosotros podamos aceptar esta herencia, participando de estos encuentros del Pueblo de Dios!
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